
Una vez hechas las averiguaciones y concluidos los interrogatorios, mi padre decidió castigarnos. A mí, me expulsó de su casa y suspendió toda clase de prerrogativas, me dijo: “En adelante, te ganarás el pan con el sudor de tu frente”. A Eva le dijo cosas peores. Ahora, es la dueña del dolor. Con todo, lo bueno es que hemos nacido a otra vida. Pero a Eva cualquier cosa le duele.